domingo, 14 de febrero de 2016

Proverbios 1:7-9 (Matthew Henry)

I. Amonestaciones de la sabiduría

El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre;porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello.


Salomón, después de comprometerse a instruir al joven en conocimiento y discreción (v. 4), aquí presenta dos reglas generales para ser observadas con este fin, y estas son, temer a Dios y honrar a los padres, dos leyes de moralidad fundamentales con las cuales Pitágoras inicia sus versos dorados, pero el primero de estos en un muy mal estado de corrupción.  Primum, deos immortales cole, parentesque honora (Primero honra a los dioses inmortales, y honra a tus padres. Para hacer a los jóvenes tal cual como deberían ser,
I. Hacerlos considerar a Dios como ser supremo.
1. Aquí nos presenta esta verdad, que el principio de la sabiduría es el temor de Jehová (v. 7); es la parte principal del conocimiento (y también el margen); es lo más alto del conocimiento, tal es,
(1.) De todas las cosas que han de ser conocidas esta es la más evidente, que Dios debe ser temido, debe ser reverenciado, servido y adorado; es tanto así el principio de la sabiduría que aquellos que no conocen esto, no saben nada.
(2.)  Con el fin de obtener todo conocimiento útil esto es lo más necesario, temer a Dios; no estamos capacitados para sacar provecho de las enseñanzas que se nos dan a menos que nuestras mentes sean poseídas con una reverencia santa de Dios, y cada pensamiento dentro de nosotros sea traído en obediencia a él. Si alguien quiere hacer su voluntad, sabrá de su enseñanza, Juan 7:17.
(3). Como todo nuestro conocimiento debe brotar del temor de Dios, así también debe inclinarse a este como su centro y perfección. Aquellos saben suficiente quienes saben cómo temer a Dios, que son cuidadosos en todo para complacerlo y temerosos de ofenderlo en cualquier cosa; este es el principio y final de la sabiduría.
2. Para confirmar esta verdad, que el observar atentamente a Dios debe dirigir y apresurar todas nuestras búsquedas de la sabiduría, él observa que, Los insensatos (ateos, que no consideran a Dios) desprecian la sabiduría y la enseñanza; no teniendo algún temor de la ira de Dios, ni algún deseo a su favor, quienes no te agradecen por decirles lo que deben hacer para escapar de su ira y obtener su favor. Aquellos que dicen al Todopoderoso, Apártate de nosotros, que están tan lejos de temerle y que lo desafían, no es sorpresa si no desean su sabiduría  y desprecian su instrucción. Notemos, Son necios aquellos que no le temen a Dios y aprecian las escrituras; y aunque pretendan ser admiradores del buen juicio pero en realidad son extraños y enemigos a la sabiduría.

II. Hacerlos considerar a sus padres como sus superiores (v. 8, 9): Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre. Quiere decir, que no solo tendría a sus propios hijos como observadores de él, y de lo que les dice, ni que únicamente tendría alumnos, y aquellos que vendrían a él para ser instruidos, para verlo como  su padre y atender a sus preceptos con la disposición de hijos, sino que tendría a todos los niños para ser obedientes y respetuosos de sus padres, y  ajustarse a la educación religiosa que ellos les dan, de acuerdo con el quinto mandamiento.
1. Se da por hecho que los padres, con toda la sabiduría que poseen, instruirán a sus hijos, y con toda su autoridad, le mostrarán las leyes para su bien. Son criaturas razonables, y por lo tanto no deben darles ley sin instrucción; debemos atraerlos con las cuerdas humanas y cuando les decimos lo que deben hacer también decirles el por qué. Pero ellos son corruptos y obstinados, por lo tanto con la instrucción hay necesidad de la ley. Abraham no solo enseñó, sino que dio orden, a su casa. Tanto el padre como la madre deben hacer todo lo que puedan por la buena educación de sus hijos,  y lo suficientemente poco.
2. Se obliga a los hijos tanto a recibir como a retener las buenas enseñanzas y las leyes que sus padres le dan.
(1.) A recibirlas con disposición: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre”; oírla y hacer caso de ella; oírla y darle la bienvenida, y estar agradecido y de acuerdo con esta.
(2.) A estar resuelto a retenerla: “No desprecies su dirección (ley), no pienses que cuando seas mayor, y ya no estés más subordinado a alguna autoridad, podrás vivir como quieras; no, la instrucción (ley) de tu madre es la ley de tu Dios, por lo tanto nunca debe ser despreciada; fuiste criado en la forma en la cual debes vivir, por lo tanto, cuando seas adulto, no te apartarás de ella. Algunos hacen la observación que mientras la ética de los gentiles, y las leyes de los Romanos y Persas, estipulaban que los hijos debían prestar respeto solo a sus padres, la ley divina también asegura honra hacia la madre.   
3. Se recomienda esto lo cual sera adorno de gracia y honor sobre nosotros: Las enseñanzas y leyes de los padres, cuidadosamente observadas y vividas, serán adorno de gracia a tu cabeza (v. 9), tal adorno es, a los ojos de Dios, de gran valor, y los hará lucir tan grandes como aquellos que usan collares de oro alrededor de sus cuellos. Dejen que las verdades y mandatos divinos sean a nosotros corona, o collar, las cuales son emblema del honor de mayor rango; valorémoslas, y ambicionémoslas, y serán eso mismo para nosotros. Estas son verdaderamente valiosas, y serán valoradas, a quien las aprecia más por su virtud y piedad que por su riqueza material y dignidad.   



MATTHEW HENRY

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