I. Amonestaciones de la sabiduría
7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. 8 Oye,
hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu
madre;9 porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares
a tu cuello.
|
Salomón, después de
comprometerse a instruir al joven en conocimiento y discreción (v. 4), aquí
presenta dos reglas generales para ser observadas con este fin, y estas son,
temer a Dios y honrar a los padres, dos leyes de moralidad fundamentales con
las cuales Pitágoras inicia sus versos dorados, pero el primero de estos en un
muy mal estado de corrupción. Primum, deos immortales cole, parentesque honora (Primero honra a los
dioses inmortales, y honra a tus padres. Para hacer a los jóvenes tal cual como deberían ser,
I. Hacerlos considerar a Dios como ser supremo.
1.
Aquí nos presenta esta verdad, que el principio de la sabiduría es el temor
de Jehová (v. 7); es la parte principal del conocimiento (y también el
margen); es lo más alto del conocimiento, tal es,
(1.)
De todas las cosas que han de ser conocidas esta es la más evidente, que Dios
debe ser temido, debe ser reverenciado, servido y adorado; es tanto así el
principio de la sabiduría que aquellos que no conocen esto, no saben nada.
(2.) Con el fin de obtener todo conocimiento útil esto es
lo más necesario, temer a Dios; no estamos capacitados para sacar provecho de
las enseñanzas que se nos dan a menos que nuestras mentes sean poseídas con una
reverencia santa de Dios, y cada pensamiento dentro de nosotros sea traído en
obediencia a él. Si alguien quiere hacer
su voluntad, sabrá de su enseñanza, Juan 7:17.
(3). Como todo nuestro conocimiento
debe brotar del temor de Dios, así también debe inclinarse a este como su
centro y perfección. Aquellos saben suficiente quienes saben cómo temer a Dios,
que son cuidadosos en todo para complacerlo y temerosos de ofenderlo en
cualquier cosa; este es el principio y final de la sabiduría.
2.
Para confirmar esta verdad, que el observar atentamente a Dios debe dirigir y
apresurar todas nuestras búsquedas de la sabiduría, él observa que, Los insensatos (ateos, que no consideran
a Dios) desprecian la sabiduría y la
enseñanza; no teniendo algún temor de la ira de Dios, ni algún deseo a su
favor, quienes no te agradecen por decirles lo que deben hacer para escapar de
su ira y obtener su favor. Aquellos que dicen al Todopoderoso, Apártate de nosotros, que están tan
lejos de temerle y que lo desafían, no es sorpresa si no desean su
sabiduría y desprecian su instrucción. Notemos,
Son necios aquellos que no le temen a Dios y aprecian las escrituras; y aunque
pretendan ser admiradores del buen juicio pero en realidad son extraños y
enemigos a la sabiduría.
II. Hacerlos considerar a sus padres como sus superiores
(v. 8, 9): Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre. Quiere decir, que no
solo tendría a sus propios hijos como observadores de él, y de lo que les dice,
ni que únicamente tendría alumnos, y aquellos que vendrían a él para ser
instruidos, para verlo como su padre y
atender a sus preceptos con la disposición de hijos, sino que tendría a todos
los niños para ser obedientes y respetuosos de sus padres, y ajustarse a la educación religiosa que ellos
les dan, de acuerdo con el quinto mandamiento.
1. Se
da por hecho que los padres, con toda la sabiduría que poseen, instruirán a sus
hijos, y con toda su autoridad, le mostrarán las leyes para su bien. Son
criaturas razonables, y por lo tanto no deben darles ley sin instrucción; debemos
atraerlos con las cuerdas humanas y cuando les decimos lo que deben hacer
también decirles el por qué. Pero ellos son corruptos y obstinados, por lo
tanto con la instrucción hay necesidad de la ley. Abraham no solo enseñó, sino
que dio orden, a su casa. Tanto el padre como la madre deben hacer todo lo que
puedan por la buena educación de sus hijos, y lo suficientemente poco.
2. Se
obliga a los hijos tanto a recibir como a retener las buenas enseñanzas y las
leyes que sus padres le dan.
(1.)
A recibirlas con disposición: “Oye, hijo mío,
la instrucción de tu padre”; oírla y hacer caso de ella; oírla y darle la
bienvenida, y estar agradecido y de acuerdo con esta.
(2.)
A estar resuelto a retenerla: “No desprecies su dirección (ley), no pienses que
cuando seas mayor, y ya no estés más subordinado a alguna autoridad, podrás
vivir como quieras; no, la instrucción (ley) de tu madre es la ley de tu Dios,
por lo tanto nunca debe ser despreciada; fuiste criado en la forma en la cual
debes vivir, por lo tanto, cuando seas adulto, no te apartarás de ella. Algunos
hacen la observación que mientras la ética de los gentiles, y las leyes de los
Romanos y Persas, estipulaban que los hijos debían prestar respeto solo a sus
padres, la ley divina también asegura honra hacia la madre.
3.
Se recomienda esto lo cual sera adorno de gracia y honor sobre nosotros: Las
enseñanzas y leyes de los padres, cuidadosamente observadas y vividas, serán
adorno de gracia a tu cabeza (v. 9), tal adorno es, a los ojos de Dios, de gran
valor, y los hará lucir tan grandes como aquellos que usan collares de oro
alrededor de sus cuellos. Dejen que las verdades y mandatos divinos sean a
nosotros corona, o collar, las cuales son emblema del honor de mayor rango; valorémoslas,
y ambicionémoslas, y serán eso mismo para nosotros. Estas son verdaderamente
valiosas, y serán valoradas, a quien las aprecia más por su virtud y piedad que
por su riqueza material y dignidad.
MATTHEW HENRY